El Evangelio meditado

Sos mi buen pastor

Sos mi buen pastor
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.

En el mundo...

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Catholic.n- ¡Muy buenas tardes y bienvenidos a Secretos Profesionales, el programa de televisión que revela la clave del éxito de los expertos! El día de hoy, tenemos dos invitados muy especiales, que traen mucho que contar. Demos la bienvenida a la Venganza y al Perdón.

Todos aplauden, y se escucha de fondo la música típica para este tipo de introducciones. Entran los dos personajes y se sientan en los sofás que les tenían preparados. Uno a la derecha y otro a la izquierda del conductor.

- ¡Vaya recibimiento os han dado! -dice el conductor sonriendo y dirigiéndose a los invitados-. Se ve que el público os conoce bien. Pero aún así, os hemos querido invitar para conocer un poco más de vuestros secretos profesionales. Mi primera pregunta va dirigida a la Venganza.

Cuando escuchó su nombre, la Venganza volteó a ver al conductor. Tenía una mirada oscura, pero daba la impresión de estar muy segura de sí misma.

- La pregunta es la siguiente: todos te conocemos bastante bien. Pero queremos saber cómo haces para seducir a tus víctimas. ¿Cuál es el argumento que más funciona para lograr que dos personas terminen por no hablarse más?

La Venganza sonrió y comenzó a hablar:

- En realidad, no hay que poner mucho esfuerzo. Las personas que se sienten ofendidas reaccionan por instintos, y es fácil echar más leña al fuego. Llega un momento en que cualquier cosa ya es interpretada como una ofensa. Pero de todos modos te digo el argumento que hasta ahora más ha funcionado. Me gusta hacerles ver que “ya estuvo bueno de que tú seas siempre el que pide perdón. Le toca al otro”. Esto siempre funciona, porque todos los hombres son unos orgullosos. Les hago sentir que se están aprovechando de su bondad, y se encierran en sí mismos. Te pongo un caso. El otro día, dos amigos se pelearon. La razón fue que uno perdió su perro y el otro, después de ayudarle dos horas a buscarlo, se fue a cenar y se olvidó de hablar para preguntar si su amigo había encontrado a su perro. El otro lo tomó como un desinterés, se lo recriminó, y desde entonces no se hablan. Eran buenos amigos, y ahora tanto el uno como el otro están esperando que el otro llame a pedir perdón. Obviamente, la llamada nunca llegará, porque los dos piensan igual. Puede durar años.

Esta última frase la dijo con una sonrisa grande llena de malicia. Estaba orgullosa de haber logrado que esa amistad viniera a menos.

El público, sin embargo, ya ni reía ni aplaudía. Todos parecían estar absortos en el mundo de sus pensamientos. Más de alguno estaría viviendo una situación similar, y se daba cuenta de lo absurdo del juego. No tenía sentido. El conductor retomó la palabra:

- Muchas gracias, Sra. Venganza. Ahora paso la palabra al Perdón.

El Perdón sonreía. A diferencia de la Venganza, el Perdón tenía el aspecto de un niño de 10 años. Sus pies no alcanzaban a tocar el piso, y los balanceaba de lado a lado.

- Después de haber escuchado a la Venganza, parece un poco difícil tu trabajo. ¿Cómo haces para convencer a los tuyos de perdonar o de pedir perdón?

El Perdón torció la boca y levantó la mirada. Parecía estar recordando o buscando la respuesta correcta.

- Bueno, pues… primero quería pedirle perdón a la Sra. Venganza porque sus dos víctimas ya se reconciliaron.

La Venganza se levantó de su silla y pidió explicaciones. Estaba realmente confundida. El Perdón continuó:

- Sabía que te enojarías, así que por eso te pido disculpas. No se hablaban, es verdad. Fui con uno, y sólo le dije que el amor no es exigir al otro, sino salir al encuentro. Si habían sido amigos por tanto tiempo, ¿por qué dejar morir la amistad por una tontería? ¿Qué le costaba pedir disculpas, aunque el otro realmente tuviera la culpa? Un acto de humildad que duraría dos segundos podía recuperar una amistad que duraría para toda la vida. Sólo hacía falta decir “Lo siento”. Al otro, le dije que la amistad no es egoísta, y que su actitud era la de alguien que no tiene en cuenta al otro. ¿No eran ya una muestra de amistad las dos horas que pasó buscando a su perro? Bueno. El caso es que este último llamó a su amigo, y le pidió perdón, lo mismo que el otro, y se reconciliaron...

El Perdón parecía sentirse culpable por el enojo de la Venganza, pero continuó:

- Discúlpeme, Sr. Conductor, por esta introducción, y por no responder primero su pregunta. Pero creo que el secreto está en el amor. Si yo amo al otro, perdono. Si soy egoísta me encierro en mí mismo. Tal vez uno tiene razón en que la culpa es del otro, pero es que los hombres no fueron hechos para vivir encerrados en sí mismos. El hombre está hecho para convivir con los demás, y por eso el perdón te hace más humano, aunque cueste un poco más, porque es ir contra tus instintos.

La Venganza escuchaba cruzada de brazos. El conductor se dio cuenta de que había que cortar la entrevista. Mucha gente del público se secaba las lágrimas que se les habían escapado mientras el Perdón hablaba. Algunos mandaban SMS con sus celulares y otros salieron del programa.

Si en esta Cuaresma guardas rencor hacia alguien o piensas que deberías pedir perdón por algo, nunca es demasiado tarde. Y si ese alguien a quien has ofendido es Dios, no tienes nada de qué preocuparte. Piensa en cómo sería la persona más misericordiosa de la tierra y de la historia. Pues Dios es más bueno y misericordioso. Te espera todos los días, no importa lo que hayas hecho o pensado hacer, ni el tiempo que lleves alejado de Él. Lo único que tienes que hacer es dejarte caer en sus brazos y sentir cómo su amor es mucho más fuerte que tus pecados. Ese es el secreto.

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