Hay ciertas tiendas donde existe una sección de mercancías disponibles a precios muy reducidos. La advertencia que recibe el cliente es una etiqueta especial que se ve en todos los artículos que se encuentran en esa sección.
Todas las etiquetas llevan las mismas palabras: Tal como está.
Es una forma eufemística de decir: " Estos artículos estan dañados".
Algunas veces los llaman ligeramente irregulares. La tienda le está haciendo una advertencia razonable: " Este es el departamento donde están las cosas que tienen una falla.
Aquí va a encontrar defectos: una mancha que no sale, una cremallera que no funciona, un botón que no cierra...algún problema habrá, estos artículos no son normales.
No le vamos a decir donde está el defecto. Usted va a tener que buscarlo. pero sí sabemos que existe. Así que cuando lo encuentre- y lo va a encontrar- no acuda a nosotros lloriqueando ni quejándose.
Porque cuando se trata de la mercancía que está en este rincón de la tienda, hay una regla fundamental:
NO hay devoluciones. NO se cambia, no se regresa el dinero.
Si está buscando perfección se metió en el lugar equivocado. Fuímos justos y se lo advertimos. Si quiere este artículo sólo hay una forma de obtenerlo. Usted debe llevarselo Tal como está.
Cuando se trata de la raza humana, somos el departamento de los Tal como está del universo. John ortberg
Cuantas veces nos desesperamos porque tenemos que convivir, trabajar, funcionar u operar al lado de alguién que no podemos tolerar porque tiene muchas defectos que nos desesperan...
Entre el creer y el amar hay una relación tan estrecha, tan íntima, que nos resulta difícil responder a la pregunta: ¿uno ama porque cree, o uno cree porque ama?
En efecto: creer, fiarse, dar la propia confianza a otra persona es posible solamente si uno ama, si uno descubre la bondad que el otro encierra.
Un hijo se fía ciegamente de su madre porque la ama (y porque se siente profundamente amada por ella). Un esposo confía sin condiciones la economía familiar a su esposa sólo si está profundamente enamorada de ella, hasta el punto de dejar en sus manos los secretos más profundos de su corazón... y de su cartera.
A la vez, amamos a los demás cuando somos capaces de renunciar a pedir pruebas y nos fiamos, nos abandonamos a la fe.
El esposo o la esposa aman sin tener una total certeza de lo que vaya a ser la vida matrimonial. Un matrimonio que sea simplemente un contrato para estar juntos mientras todo ocurra según lo que a cada uno le parezca bien es la negación más completa del amor. Un hijo que antes de tomar la sopa que le ha preparado su madre (o su padre, pues los maridos cada día aprenden a cocinar mejor...) hace un análisis clínico para comprobar que no tenga veneno no refleja sólo que le falta fe en sus padres, sino también, con toda seguridad, que en esa familia no hay verdadero amor.
Hay algunos que dicen que el mundo actual vive una profunda crisis de fe, que casi no es posible creer en el siglo XXI. Si esto fuese verdad, habría que afirmar también que el mundo vive una crisis de amor, pues sin fe es imposible amar.
Cuando no podemos fiarnos del otro tampoco podemos llegar a vivir, en profundidad, lo que significa amar. Porque amar, como creer, es darle al otro o a la otra, al padre o al hijo, nuestro afecto por encima de las pruebas empíricas que podamos tener para estar “químicamente seguros” de la bondad y de la honradez del otro.
Vivir buscando siempre, en todos los asuntos y aventuras de la vida, pruebas absolutas de que nadie nos engaña es encerrarse en uno mismo hasta los límites de la locura. Un mínimo de salud mental nos pide vivir, un poco o un mucho, agarrados de la fe la mayor parte de nuestros actos, desde que nos saluda el portero de casa hasta el momento en el que tomamos una pastilla que hemos comprado en la farmacia.
Incluso para los que han sufrido la amargura del engaño y la traición, descubrir que los engañadores son pocos o, al menos, no son todos, permite abrir el corazón para empezar a amar. Con todos los riesgos, pero con todas las ventajas que el amor lleva consigo. Es mejor equivocarse porque uno se fía “de más” que equivocarse porque uno “acierta” siempre al no fiarse de nadie... pero falla en lo más importante: en el ser capaz de amar.
Creer es fácil porque estamos hechos para amar. Amar es posible porque otros se han fiado de nosotros y vivimos gracias a aquellos de los que nos hemos fiado. Así de sencilla es la ley de la vida humana. Así de fácil es el camino de la felicidad.